COLUSIÓN Y MERCADO LIBRE (publicado en La Estrella de Panamá - 29 de octubre de 2016 / Como: Colusión, mercado libre y precio de alimentos)

La colusión es conocida en tiempos de liberalismo económico, como un vicio del mercado y constituye una forma de competencia desleal. La colusión consiste en el contubernio de ciertos actores económicos, quienes mediante el manejo de precios evitan la participación de terceros (su competencia), haciendo insostenible la operación de estos.
Nuestra Constitución Política, resguarda con rango de derecho fundamental, principios que salvaguardan la economía de mercado, tales como: propiedad privada, iniciativa económica de los particulares, no regulación del mercado, libre asociación, libre concurrencia, libre competencia y la protección de los derechos del consumidor.
Este vicio del mercado, no solo obra en contra de competidores, sino también en contra del Estado. Por ejemplo, cuando los actores económicos, acuerdan topes de precios, para que forzosamente se adquieran mediante contratación pública,  productos con precios elevados, no acordes con los valores convencionales del producto/servicio en el foro o en mercados internacionales, lo que en nuestro país hemos decidido llamar sobrecostos.
La colusión, por tanto, no es buena. Siempre ha de ser considerada como grave y huérfana de atenuantes. Es violatoria de las reglas del libre mercado, por lo que aquellos que participan de esta forma indebida de negocios deben ser sancionados, porque  no se trata sólo de circular bienes y servicios, sino de respetar garantías fundamentales que son pilares, para construir nuestra economía, que siempre para bien o mal, se debate entre lo liberal y lo social.
La gravedad de la colusión no reposa tanto en su carácter subjetivo, es decir, la víctima de esta práctica, sino en su carácter objetivo, entendido como nuestro sistema de mercado, y la vulneración sobre la concurrencia que trae como consecuencia el descontrol especulativo en la ratio de precios de bienes y servicios en poder de un monopolio u oligopolio, afectando finalmente a la parte más débil del mercado que es el consumidor.
Recientemente hemos sido testigos de la actitud de un grupo de productores nacionales, que bajo connivencia –por no decir colusión positiva- fijaron el precio de su producto, lo publicitaron y evidenciaron que las diferencias entre precio y ganancia en un rubro determinado, es mera consecuencia de la especulación abusiva de algunos actores económicos, en un mercado tan delicado, como lo es el de los alimentos.
Pareciera que hubo colusión, es cierto, y por tanto la ACODECO debe proceder a cumplir con sus deberes. Empero, la acción de este grupo de personas demostró que las reglas del mercado, no siempre se configuran para ser manejadas por los actores económicos, y le recordó a la nación que el consumidor, es la pieza clave del sistema y  el eslabón más débil de la cadena de económica, por cuanto es quien paga por un producto o servicio en detrimento de su solvencia.
Fuese o no el objetivo,  quedó expuesto diáfamente,  que los precios de los productos básicos de consumo –alimentos/materia prima-, pueden competir en el mercado nacional, con la moderación de un precio base, o precio primado de producción, que asegure razonablemente una ganancia, inclusive para intermediarios, pero sin perjudicar la capacidad adquisitiva del consumidor.


El mercado de alimentos, no puede ser equiparado al mercado de valores, donde la especulación, es precisamente, el elemento fundamental de su dinámica.




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